Julián de Yurre
Nicolás Barrenechea nació en Yurre (Arratia), en la provincia de Vizcaya, el 5 de diciembre de 1898. Fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial.
Estudió la enseñanza primaria en la escuela nacional de Yurre y las Humanidades en el seminario capuchino de Alsasua, de 1910 a 1915. Vistió el hábito capuchino en el noviciado de Sangüesa, el 8 de agosto de 1915. Emitió los votos religiosos con el nombre de fray Julián de Yurre el 15 de agosto de 1916. Estudió la Filosofía en Fuenterrabía, de 1916 a 1919 y la Teología en Pamplona, de 1919 a 1923.
Se ordenó de presbítero en Pamplona, el 31 de marzo de 1923.
Algunos rasgos de su persona
Era un hombre de estatura media y de talento superior, conversador y observador; alegre y optimista; ansioso de saber y estudiar; fiel, fidelísimo a sus ideales lingüísticos y apostólicos.
Estella, 1923-1924
Bajo la dirección del P. Bartolomé de Tudela, estudió el curso de elocuencia y se inició en el ministerio sacerdotal en la comarca del convento de Estella, de 1923 a 1924.
Fuenterrabía, 1924-1925
De Estella se trasladó a Fuenterrabía, donde desempeñó el ministerio pastoral bilingüe en la catequesis, confesonario y predicación, en la iglesia conventual y en los pueblos de Guipúzcoa.
Viaje a China
En abril de 1927, dos misioneros de esta Provincia capuchina comenzaron a evangelizar en la misión del Kansu, que recientemente se nos había encomendado... El 15 de agosto del mismo año, el obispo de Pamplona, Mons. Mateo Múgica, imponía en la iglesia del convento de Extramuros el crucifijo de misionero al P. Tarsicio de Villava, Rafael de Gulina, Fulgencio de Bargota y Julián de Yurre.
Salieron de España por la frontera de Irún. En el tren Costa Azul llegaron hasta Génova. A bordo del transatlántico Koblenz atracaron en el puerto de Shanghai. En la travesía sufrieron los calores asfixiantes del mar Rojo, los vaivenes del barco sorteando las tempestades del océano Índico, los mareos consiguientes y la preocupación por las fiebres del P. Gulina. Al cabo de 41 días de navegación, desembarcaron eventualmente en Manila, donde fueron agasajados fraternalmente por los hermanos de religión y patria.
Desde Shanghai dirigió la expedición de misioneros el P. Simón de Bilbao. Tramitadas las diligencias comerciales y burocráticas, el 21 de setiembre zarparon en el Suiwo por vía fluvial a otro puerto. La velocidad del barco dependía en gran parte de las corrientes de agua y viento. Hubo días en que avanzaron hasta 25 kilómetros en cada jornada y otros en que no llegaron ni a una legua.
En nuevas embarcaciones de menor tonelaje que el barco mencionado y con mayores incomodidades, navegando de día y pernoctando en casas de religiosos, llegaron el día 26 de noviembre a Lao-ho-kow.
Contratada nueva barca, salieron el 1 de diciembre. La corriente del río era más viva, la tierra poco poblada; por eso pasaban la noche ya en la misma barca, ya en buenas casas de hospedaje.
El percance más grave de todo este viaje sucedió el 15 de diciembre de 1927. Navegaban con tranquilidad hasta que silbaron unas balas cerca de sus cabezas; los pasajeros echaron cuerpo a tierra y se parapetaron detrás de los equipajes; los tripulantes dirigieron el curso de la nave hacia los fusileros en señal de rendimiento; unos doce bandoleros subieron a la barca para inspeccionar la mercadería... Poco después silbaron nuevas balas, disparadas por los soldados gubernamentales; los huéspedes huyeron precipitadamente, llevándose dos relojes de botín. Los misioneros quedaron asombrados, al percatarse de que una bala había quedado incrustada en la maleta tras de la cual el P. Yurre defendió su cabeza.
Sin más incidentes de consideración llegaron a Hing-Ngan-Fu el día 18.
Se reanudó el viaje el 27 de diciembre de 1927, pero no pudiendo navegar por falta de agua, abandonaron la nave en Chan-ku y decidieron continuar por caminos de herradura, montando equipaje y pasajeros en mulos desde el 18 de enero al 2 de febrero de 1928, día en que llegaron a Tsin-Chow, témino de viaje tan largo.
Chen-yuen 1928-1954
Versado ya el P. Yurre en el idioma chino y dispuesto al apostolado, residió en el Kansu oriental desde 1928 hasta 1954, pasando de 1928 a 1936 en Chen-yuen y de 1936 a 1954 en Sanshelipú y Chingyan.
La tónica general estaba marcada por la pobreza del país, los frecuentes asaltos de bandoleros, la precariedad de los caminos y las costumbres paganas. En la gama política el pueblo era gubernamental, pero los comunistas, comprendiendo que la conquista del gobierno de la nación, no podía conseguirse de la noche para la mañana, se afincaron en el Kansu oriental desde 1934.
En esa región, a pesar de los graves problemas socio-políticos, el P. Yurre supo mantenerse firme en su ideal misionero, animado por las cartas y visitas de los demás misioneros y fortalecido siempre por la Divina Providencia.
Cerca de él vivieron el P. Gregorio Larrañaga, Félix de Arbizu, Pedro Bautista de Tolosa y otros, pero ya fuera por atender a los seminaristas o a otras residencias misionales, todos fueron cambiando de lugar, mientras que el Padre Julián quedó como bastión fijo en el sector oriental del Kansu.
La misión de Chen-yuen le debe la ampliación de terrenos aptos para la edificación y el cultivo de hortalizas en las proximidades de las murallas.
En la población de Sanshelipú, evangelizada desde principios de este siglo, había un buen número de cristianos fervorosos. Les atendía lo mejor posible, y además tenía que desplazarse por caminos largos y difíciles hasta la población de Chin-yan por razón de su ministerio.
En su residencia todo estaba organizado: El mulo para viajar, el ama de llaves y el catequista chino, fiel servidor en los viajes, en el apostolado, en la interpretación del chino y del latín o castellano.
Apostolado
Su acción pastoral no era ruidosa, ni apoteósica, sino humilde, sencilla, dura, difícil y constante. Sin especificar sus penalidades, sí que afirma en carta del 8 de diciembre de 1950, que le ha costado grandes penalidades en su cuerpo y en su espíritu. Su método consistía en el establecimiento de grupos de cristianos, que se esmeraban en rendir culto privado y público al Dios verdadero. Todo era duro y difícil por el idioma, por el ambiente pagano y por la presencia de enemigos socio-políticos. Se sintió expiado. Obró con prudencia y nunca le pudieron acusar de nada.
Vivencias de su apostolado
A pesar del buen trato que le daba al «hermano» mulo, el animal, dejando a un lado la virtud franciscana, levantó repentinamente la pata y la plantó en la oreja del P. Julián lastimando su oído para siempre.
Los comunistas requisaron la iglesia, vivienda y huerto de la residencia del P. Yurre, éste lo cedió todo con serenidad y alegría espiritual. Distendidos los ánimos les expuso su nuevo plan: Si me dejan instalarme en la sacristía, podría trabajar en el molino, ganarme la vida y servir a esta población. Los buenos comunistas le concedieron la gracia de seguir como sacerdote-obrero.
Estaba prevista una gran reunión de los misioneros en Pingliang, con motivo de la consagración episcopal de Mons. Ignacio Larrañaga, el 22 de octubre de 1950. A última hora hubo de postergarse al día 29. Fue un grave contratiempo para el P. Yurre, porque si asistía, no podría cumplir el compromiso de ánimas adquirido con una familia un tanto vacilante en sus creencias cristianas. Después de mucho pensarlo, renunció a su presencia en Pingliang, mandó al catequista en su nombre y escribió carta de felicitación que la llevó en propia mano el P. Fernando de Dima.
Soledad
Nunca se sintió solo y abandonado, porque tenía la costumbre de escribir mensualmente para la revista Zeruko Argía sobre usos y costumbres chinos, su situación socio-política y sus vivencias de apostolado. Al mismo tiempo era correspondido con las misivas del director de la revista y de algunos lectores entusiastas.
Sin embargo, en trances difíciles recurría a la oración breve, sencilla y profunda, como lo dice en la carta ya indicada: «¡Cuántas veces, hallándome solo he invitado a la muda naturaleza a que se uniese a mí para alabar a Dios cantando el Bendika, bendika zazu, nere gogoa. Bendika, bendika zazu Jaungoikoa, alternando con versos del Laudate Dominum omnes gentes!»
Expulsado de China, 1954
Desde que los comunistas chinos se apoderaron del gobierno nacional, trataron de expulsar, con visos de inocencia, a los misioneros extranjeros.
El caso del P. Yurre, descrito ampliamente por él mismo en carta del 5 de febrero de 1954, fue el siguiente: El 4 de enero del mes anterior, a requerimiento de dos oficiales comunistas fue conducido a Sintxienjuo. El 6 por la noche, durante tres o cuatro horas le tuvieron dentro del «yao» (cueva-habitación), de pie, dirigiéndole al oído tremendas maldiciones, afrentas, gritos e injurias. Le decían también muchas veces: Te vamos a matar aquí mismo. ¿Por qué no te marchas antes a tu patria?...
Al día siguiente, a eso de las 10 horas empezó a llegar gente para presenciar el juicio. Le interrogaron públicamente en medio de la asamblea. Estaba entre dos oficiales y ante un escribano al frente, quien sentado junto a una mesa estaba provisto de papel, tinta y pluma.
A pesar de todos los esfuerzos que hicieron para provocarle y persuadirle, gracias a la intercesión de la Virgen María, Dios le bendijo y fortaleció para no ceder, ni firmar su regreso voluntario a España.
El 17 volvieron a enjuiciarle en Shanselipú y fracasaron de nuevo.
Un tiempo después, el P. Yurre que había sido uno de los primeros capuchinos en llegar al Kansu, saldría el último de todos.
Marsella, 1954
El 25 de julio de 1954 escribía desde Marsella al P. Provincial: «Aunque no sé su nombre, le saludo con la mayor reverencia como al representante de N. P. S. Francisco en la Provincia y sus misioneros...». Decía también: Que llegó a Marsella el día 20, que en el hospital de San Juan de Dios le habían operado el pie derecho de «ántrax»; que cuando le dieran de alta, iría a Roma, correspondiendo a la invitación del P. General. A fines de setiembre del mismo año llegó a España.
Fuenterrabía, 1954-1957
Cumplido su deber de saludar a sus amigos y familiares, fue destinado al convento de Fuenterrabía, donde dedicó su vida a la reflexión personal y al apostolado bilingüe en el convento y los pueblos de su comarca. Puesta en circulación nuevamente la revista Zeruko Argía, continuó sus colaboraciones. También desde ese pueblo fronterizo con Francia, se animó a pasar una temporada en Saint-Palais con la finalidad de mejorar sus conocimientos del francés y del euskera, hablado en la región de Bayona.
Alsasua, 1957-1988
Alsasua y sus pueblos vecinos reclamaban sacerdotes que les atendieran espiritualmente tanto en castellano como en euskera. El P. Yurre desde su nueva residencia de Alsasua desplegó su actividad apostólica en los pueblos de la Burunda y Barranca, y especialmente, en el gran santuario de San Miguel de Aralar, al cual acuden frecuentemente los trabajadores de la sierra y los turistas, buscando paz y alegría espiritual.
El euskera
El amor al euskera era consustancial a su persona. Donde quiera que fuera, con cuantas personas se encontrara, si le era posible, conversaba en su lengua ancestral, la ensalzaba y la recomendaba.
Gracias al P. Yurre se celebraba la misa en euskera para los alsasuarras vasco-parlantes. En setiembre de 1979 bendijo la ikastola Aitza de Alsasua. En su discurso, que fue muy aplaudido, animó a su auditorio a aunar esfuerzos para el mantenimiento y difusión del euskera.
A esta faceta oral hay que agregarle la de escritor euskérico. Desde China escribía para las revistas Zeruko Argía, Jaungoiko-Zale y Gure Mixiolaria. En las revistas Karmel y Egan firmaba sus colaboraciones con el seudónimo Itarka, y, con el Motxogane, las del semanario Herria de Bayona. Finalmente publicó en euskera: Joaquín de Bedoña «Loramendi». Poesías y Escritos Completos, 1960. Loramendi y su tiempo, 1962. Concilio Vaticano II, 1ª parte, 1965. Concilio Vaticano II, 2ª, 3ª y 4ª parte, 1967. «Giza Biziak [sic]» (Humanae vitae), 1968. Mao-Tse-Tung, 1936-1954, 1ª parte, 1978. Mao-Tse-tung, 1936-1954, crónica, 2ª parte, 1987.
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Enfermo grave
Al paso de los años, este hombre pequeño de estatura y gran fortaleza de espíritu, paulatinamente fue perdiendo energías físicas por falta de riego sanguíneo. Últimamente apenas podía caminar y era muy torpe para hablar. Agradecía la presencia de los hermanos que le visitaban y le comunicaban las noticias del día. Él sonreía y juntando las manos se lo agradecía. Al hermano que más frecuentemente le visitaba y ayudaba, le estaba muy agradecido. Intentaba rezar juntamente con él; no podía articular las palabras, pero nunca le faltó el gesto de agrado y aprobación. Recibía diariamente la sagrada Eucaristía. El 23 de abril se acostó como de costumbre, pero al ir a verlo en las primeras horas de la mañana del día 24, lo encontraron frío y muerto. El 25 de abril, a las 17 horas, en la iglesia del convento de Alsasua, ante numerosa concurrencia, cerca de 30 sacerdotes, presididos por el P. Provincial, Eleuterio Ruiz, concelebraron la misa de funeral. En la homilía el Presidente aludió al espíritu de apostolado que el finado había desplegado en su patria y en el extranjero y a su amor a la lengua vascongada. A continuación se verificó el traslado de sus restos mortales al cementerio de Alsasua y fueron inhumados en el panteón de capuchinos. Bendícele, Señor, en tu reino por toda la eternidad.
FLORENCIO HUARTE*
* Texto tomado de Boletín Oficial de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón, Vol. 43, n. 255-256 (mayo-agosto 1988), p. 132-137
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