Los capuchinos y la capilla de San José: un siglo de convivencia (1916-2016)

Con ocasión del centenario de la presencia de los Hermanos Menores Capuchinos en la capilla de San José de Sevilla (C/ Jovellanos), fray Francisco Luzón Garrido propuso a Antonio Valiente Romero, una investigación sobre el vínculo que la Orden mantiene con la capilla. El fruto de este trabajo se presentó de forma pública en un ciclo de tres conferencias que tuvieron lugar los días 6, 7 y 8 de junio de 2016, dentro de las actividades que Juan Carlos Hernández Núñez, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, viene realizando como vicepresidente de la Asociación Pro Restauración de la capilla de San José. 

Unos meses después la editorial Vitela ha reunido en un volumen monográfico, bajo la coordinación de Antonio Valiente Romero, las tres contribuciones: “Presencia y actividad capuchina en la capilla de San José” por Antonio Valiente Romero; “Fray Diego de Valencina y la actividad cultural en la capilla de San José” por Jaime Galbarro García, y “El patrimonio documental capuchino en la capilla de San José y el incendio del 12 de mayo de 1931”, por Raquel Rodríguez Conde.

La hermandad del gremio de Carpinteros de lo Blanco estableció su capilla y hospital en el siglo XVI en la misma manzana que hoy ocupa la capilla de San José. El primitivo templo fue derribado a finales del siglo XVII para construir uno más amplio de estilo barroco, que ya fue declarado Monumento Nacional en 1912. La crisis que arrastraba la hermandad de los carpinteros desde finales del siglo XIX dejó incapacitada a esta corporación para hacerse cargo del edificio. Esta circunstancia motivó que la hermandad acudiera en 1915 a la Provincia Capuchina de Andalucía para que estableciera en la capilla su residencia y se hiciera cargo de los cultos. Fray Diego de Valencina, por entonces Ministro Provincial, ofició la primera misa en la capilla en 1916 y, poco después, se estableció la primera comunidad capuchina. 

En el primer artículo, Antonio Valiente Romero, reconstruye con detalle el empeño de los Capuchinos por mejorar las condiciones del edificio, que llegó a sufrir amenazas municipales para derribarlo; el esfuerzo por estableccer una pequeña comunidad en las insalubres instalaciones anexas; la dirección espiritual de varias asociaciones establecidas en el templo; el golpe que supuso el incendio intencionado del templo en mayo de 1931; y la constancia de la Orden por recuperar nuevamente, cual avez fénix, la capilla de San José.

Una de las figuras capitales en el establecimiento y consolidación de la comunidad fue fray Diego de Valencina (1862-1950), ministro provincial de la orden y guardián en varias ocasiones de la capilla. Además de sus tareas como religioso, el capuchino desarrolló una intensa labor cultural vinculada a la orden y la capilla. Se encargó de la edición del epistolario de Fernán Caballero y del Beato Diego, entre otras tareas literarias y de investigación, y mantuvo una estrecha relación con eruditos (Francisco Rodríguez Martín), dramaturgos (los hermanos Álvarez Quintero), pintores (Virgilio Mattoni y Gonzalo Bilbao), etc.

El incendio de la capilla de San José en 1931 marcó de manera irreparable la historia del edificio y la comunidad religiosa. La bóveda del templo se desplomó y la mayor parte del patrimonio mueble fue quemado, sustraído o gravemente dañado. La documentación que se custodiaba se vio igualmente afectada. Raquel Rodríguez Conde estudia los seis fondos, correspondientes a las instituciones vinculadas a la capilla, de los que aún queda algún testimonio y sistematiza su contenido en unas tablas en el anexo. De este conjunto destaca de manera singular las cartas y sermones del beato Diego José de Cádiz, con las que fray Diego de Valencina estaba trabajando en la residencia de San José. Una parte importante de los autógrafos del Beato sobrevivió, aunque nunca será posible determinar el volumen de patrimonio documental perdido.