Enrique Rivera de Ventosa
Hace ahora veinte años, en la madrugada del día 23 de febrero de 2000, en la enfermería provincial de San Antonio de Cuatro Caminos (Madrid), se producía el tránsito de este mundo al Padre de nuestro hermano Enrique Rivera de Ventosa, hombre de gran sabiduría, palabra erudita, talante afable y sencillo, investigador y, sobre todo, hijo de San Francisco.
Enrique Rivera de Ventosa nació en la casa-escuela de Ventosa de la Cuesta (Valladolid), el 31 de octubre de 1913. Allí, de manos de su padre, aprende las primeras letras. Desde ese momento ya no abandonará las aulas. En 1923, a los diez años de edad, ingresa en el Seminario de los Capuchinos de El Pardo (Madrid), donde cursó cinco años de Humanidades, a los que siguieron, después del noviciado, los estudios de filosofía y teología. Después de ser ordenado sacerdote, en 1939, marchó a Roma para ampliar estudios en la Universidad Gregoriana, consiguiendo, en junio de 1943, el doctorado en Filosofía, con la defensa de su tesis sobre «El voluntarismo de San Buenaventura». Recibe, por su excelente trabajo, la medalla de oro de dicha universidad.
De regreso a España, iniciaba a enseñar filosofía en los centros institucionales de la propia Orden. Y lo hacía por la historia del pensamiento, disciplina eje de su actividad académica a partir de entonces, así como de otras materias filosóficas: psicología, metafísica, crítica, etc. En 1953 se traslada a Salamanca, donde se incorporaba a la Universidad Pontificia, primero como profesor invitado, y desde 1962, como profesor de Filosofía de la historia ad tempus. En 1966 es nombrado catedrático de Historia de la filosofía, tarea que compaginará con un amplio mundo intelectual. Tras su jubilación, en 1984, permaneció incorporado al claustro de la Universidad como profesor emérito.
Cuenta en su haber con una extensísima obra escrita, integrada por varios volúmenes de monografías y cientos de artículos, fruto de su insaciable avidez de conocimiento y de continuas lecturas, decantadas muchas de ellas en críticas o recensiones de los libros estudiados que en su número superan el millar, y que son prueba elocuente, tanto de la vastedad de la documentación manejada, como de la variedad temática de su investigación, siempre dentro del ámbito de las ciencias del espíritu, en el que son pocas las áreas que han quedado fuera de su interés.
Enrique Rivera se definía a sí mismo como pensador cristiano, aceptando sin reservas la perfecta armonización de razón y fe de acuerdo con la más pura tradición del iluminismo agustiniano-franciscano, a partir del cual ha venido desarrollando las líneas maestras de su filosofía. Su obra es armónica, estructurada, compacta y clara, y por tantos conceptos luminosa y esperanzada. Su sólida formación humanística y su entrega servicial de por vida al estudio, hicieron de él un hombre recto y equilibrado en sus juicios, agudo en su crítica siempre razonada, coherente con su vida y su pensamiento.
Sus preocupaciones fundamentales fueron la Metafísica y la Filosofía de la historia, contemplada esta última desde los planes de Dios como una recapitulación en Cristo. Desde el punto de vista de la Filosofía práctica consideró siempre el amor-agápe como síntesis de la moral cristiana. Estudió con interés la obra de Hans Urs von Balthasar Herrlichkeit, lo que le llevó a publicar varios ensayos dedicados a esta problemática, entre otros: Estética franciscana y metafísica escotista, en el que intenta completar el informe del jesuita suizo sobre el sentido estético de la metafísica de Escoto. Es particularmente reseñable su colaboración en el volumen de la Historia de la Filosofía de F. Ueberweg sobre el pensamiento de la Península Ibérica en el siglo XVII: Die Philosophie des 17. Jahrhunderts.
Fueron objeto de su estudio autores como san Francisco, san Buenaventura, Duns Escoto, san Agustín, Pascal, Newman, Dostoievski, Papini, García Morente, Martín Buber, Ortega y Gasset y Unamuno, autor al que dedicó su libro Unamuno y Dios, convirtiéndose con esta aportación en uno de los mejores especialistas en el tema de la religiosidad unamuniana.
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Enrique Rivera de Ventosa, semblanzas y estudios